miércoles, 12 de octubre de 2011

La implacable Nonoe




La implacable Nonoe
AIRAN CASAS


Jamás podré olvidar el primer recuerdo que tengo de Nonoe. Todo aquello era nuevo para mí y andaba un poco perdido… Pero supongo que es normal hacerlo cuando llegas a un nuevo trabajo, ya que, entre la emoción por empezar a hacer algo que realmente te gusta y los nervios de empezar una etapa nueva, el corazón te late a mil revoluciones y tus ojos se abren como tulipanes en mayo, intentando absorber todo lo que te rodea, como si fueras una esponja.

            Tras pasar el portal de Majoy Comunicaciones, muy sobrio y ordenado, el primer rostro que vi fue el suyo. No recuerdo bien si sus labios dibujaron una sonrisa. Creo que sí, pero no me atrevería a jurarlo. De haber sido así, ese efímero momento de cordialidad sería el único que habría podido presenciar sobre ella. Todo pasó muy rápido aquel día, pero a pesar de no recordar ese detalle, jamás podré olvidar su postura, su olor y su aura. Y eso que yo no creo en esas tonterías de las auras, pero ella tenía una y muy visible.

            Lo más llamativo de aquella situación fue esa famélica figura, insignificante y pálida, casi translúcida, erguida sobre dos zapatos. Sus rasgos orientales eran un auténtico misterio, pues no sabía leerlos. Suelo ser muy bueno leyendo rostros… todos menos el suyo. Es algo extraño… como si tuviera una especie de protección para ocultar lo que era. Los ojos rasgados y el pelo negro eran un amplio cartel luminoso que atraía las miradas de todos los que se enfrentaban visualmente a ella por primera vez. Y sí, el aura… Eso era funcionalmente relevante… El aura que me inquietaba y me atraía a partes iguales. El aura misteriosa de la que a partir de aquel día iba a ser mi nueva jefa.

            Nonoe Kagoshima. Un nombre con guasa. Había venido a España hacía unos doce años desde Hachinohe, una ciudad pesquera en el norte de Japón. Algunos dicen que llegó a la empresa por amor, arrastrada por uno de los socios de Majoy Corporation International, otros, los más ruidosos, dicen que empezó desde lo más bajo a escalar posiciones hasta convertirse en esa mujer a la que yo llamo “La implacable”. Por la empresa se habla mucho de ella… No es extraño. “La China”, como la llaman aquí la mayoría, se ha ganado ese honroso título de ser la persona más despreciable de la empresa… Y ella ni siquiera lo sabe. Aunque lo intuye… Porque esas cosas antes o después acaban llegándote de una manera o de otra… La cuestión es… ¿Le importa?

            Aquel primer contacto con Nonoe no pasó de ser “correcto” o simplemente formal. Me llamó y me saludó fríamente para hacerme pasar hasta el lugar donde ejercería mi trabajo. Las oficinas suelen ser muy frías, pero esta lo era especialmente. Me senté en mi sitio, rodeado de completos desconocidos, algunos de ellos también nuevos, y ella presidió la fila de mesas de manera solemne. Justamente, mi sitio fue a caer muy cerca de su trono presidencial. Tras unas breves instrucciones, nos instigó a que empezáramos a producir, así que los trabajadores cogimos los teléfonos y empezamos a llamar buscando clientes. Miré hacia ella durante una milésima de segundo, y justo en ese momento ella me miró a mí. Ese encuentro de ojos me hizo sentir un escalofrío muy incómodo y aparté mi mirada… Ese aura… Pensé por momentos en la oscuridad de su mirada, pero decidí continuar con mi trabajo sin darle más importancia.

            Aquel primer día estaba siendo agotador, pero al mismo tiempo, el misterio de conocer lo nuevo lo hacía al mismo tiempo muy emocionante. En aquel momento jamás me hubiera imaginado que aquellos primeros días tan emocionantes acabarían convirtiéndose en lo que acabaron siendo: Una escabechina samurai.


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            La hora de la comida era sin duda el momento más interesante del día en aquella empresa. Una mesa con diez comerciales es algo a tener en cuenta, pues en ella no falta nunca el parloteo y el intentar superar con ingenio los comentarios que han dicho tus compañeros. Y hablando de compañeros… Los diez comerciales que formábamos el quipo de Nonoe éramos demasiado diferentes entre sí, pero juntos, no sé por qué motivo, funcionábamos bien. Supongo que se trataba de una operación matemática consistente en que uno sumaba con sus virtudes las carencias que el otro tenía. Entre los diez éramos cinco comerciales nuevos. Cinco plazas que habían quedado desiertas, según me pude enterar después con el modo cotilleo encendido, porque ninguno de ellos aguantó los embistes de Nonoe. ¿Era posible que una persona tan insignificante pudiera ser tan peligrosa?

            Entre los nuevos estaba Flor. Era una chica a la que perfectamente podría definir como “feliz” puesto que su simpatía adornaba aquella oficina con su misma presencia. Era todo lo opuesto a Nonoe: Era gordita, risueña y dejaba ver todos y cada uno de sus sentimientos y emociones. A veces su ingenuidad jugaba en su contra, puesto que en más de una ocasión acababa decepcionada con su trabajo porque, como ella solía decir, “Yo no sé engañar a la gente”, algo que para aquel trabajo era esencial. Por otro lado, ese carisma que indudablemente tenía, la convertía en una valiosa pieza para la empresa. “Eres necesaria pero no imprescindible” Oí a Nonoe dirigirse a ella con estas palabras, intuyendo que ese carisma no le gustaba nada a la Implacable. Más de una vez acabó llorando en el baño, escondida para que nadie viera que lo pasaba fatal.

            Por otro lado, Aldo era otro de los nuevos. Enterado como él sólo, un poco pelota y algo huraño, pero no era mal chico. Su principal defecto era que se entretenía con el mismo murmullo del viento, y cualquier excusa para no trabajar era inmejorable. Eso sí, delante de los jefes, era el más aplicado y eficiente. Más de una vez intentó hacerle ver a Nonoe que algo que yo había conseguido había sido producto de su esfuerzo.  No le daba mayor importancia, porque sé que este tipo de trabajador siempre acaba cometiendo un error que lo delata… y el tiempo me daría la razón.

            Julia era una chica muy segura de sí misma. En el fondo odiaba este trabajo, ya que ella había estudiado Biología, y ser comercial era solo un estado transitorio… un trabajo con el que poder sobrevivir mientras aparecía su deseado proyecto de investigación sobre el cambio climático. Siempre admiraré su tenacidad, su capacidad para hacer de lo que odiaba una simple rutina más, y que nadie sospechara que estaba incómoda. Como ella misma solía decir “Es en estos trabajos que no te gustan donde más debes esforzarte, y cuando tu jefe es un auténtico payaso, es cuando más dócil y sumisa tienes que ser” Y ciertamente ella así lo hacía, aunque en el fondo, sabía que era muy infeliz, no sólo por no estar haciendo lo que realmente le apasionaba, sino por tener que tragárselo todo y no poder expresar abiertamente sus ideas ni demostrar lo que ella valía realmente.

            Finalmente estaba Sergio, que sin duda era el individuo más llamativo del grupo. Sergio se había criado en un barrio obrero, y aunque había hecho un master en ADE, esa vena barriobajera seguía latente en él, indiscutiblemente inseparable de su ser, que había sido domado por la educación superior y el sistema. Eso precisamente lo convertía en un ser atractivo… Esa capacidad que tenía para pasar de la reflexión más profunda y de la genialidad de sus ideas al más vulgar y grosero insulto. Si de algo pecaba Sergio era de soltar por su boca todo lo que pasaba por su mente, incluidas las grandes expresiones de su ego, que cada día salían en mayor medida para disgusto de los demás, como su inconformidad con la política opresiva de la empresa. No es necesario ser muy inteligente para saber quién fue, pues, la primera víctima de la Implacable Nonoe.

            Todos estábamos sentados en la mesa del “office” para comer juntos, como establecía la norma no escrita de la empresa. Durante esos primeros días era el único lugar donde realmente podías conocer a tus compañeros, aunque entre llamada y llamada (Entre batalla y batalla mejor) también podías ir moldeando la personalidad de cada uno. Los veteranos, que más bien parecían supervivientes de un holocausto caníbal, siempre estaban juntos… Un poco aislados del resto, y siempre te dirigían miradas complacientes cuando comentabas algo del trabajo. Alguno alguna vez hasta se atrevió a dedicarme alguna advertencia que otra sobre lo que decía en voz alta “Aquí se enteran hasta de lo que piensas” Me dijo tras mirar alrededor, comprobando que nadie le escuchaba. En general, los veteranos vivían un poco aislados, lo cual me extrañó al principio. Por eso los nuevos hicimos migas rápidamente. Supongo que compartiendo todo lo que nos convertía en “los nuevos”. Cuando estábamos en medio de una hilarante charla en la que Julia comentaba cómo había conseguido encasquetarle uno de nuestros inservibles seguros a una ancianita habiéndose hecho pasar por una jubilada felizmente asegurada, de repente se abrió la puerta de la sala y entraron Nonoe y Cipriano. Se hizo el silencio y respiré una tensión extraña entre los veteranos… que sutilmente se fueron redistribuyendo en la mesa para ocupar los huecos vacíos que quedaban en algunos lados, por lo que Nonoe y el otro se sentaron entre los nuevos.

Cipriano, por decirlo de alguna manera, no era más que un monito de feria… Una marioneta de Nonoe, mujer a la que admiraba y por la que habría hecho cualquier cosa. Curiosamente, Cipriano era el superior directo de Nonoe, y consecuentemente de todos nosotros, pero eso no lo supe hasta más tarde. Ante mis ojos, él era una herramienta más de la Implacable… Un tipo realmente banal, vacío en contenido, sin conversación y sin inteligencia. Cada vez que abría la boca era para decirnos “Chicos, hay que trabajar más” o para elogiar a Nonoe en todo lo que hacía. Su feminidad histriónica también lo hacía peculiar, al igual que su imagen… Bajo, gordo, calvo y cuarentón. En ese primer contacto pude comprobar que definitivamente su puesto le venía muy grande… y por eso se escudaba siempre en su fiel japonesa. Días después de aquel primer encuentro, casualmente me encontré a Cipriano en una convención del manga japonés a la que acudí. Curiosamente allí me reconoció y me empezó a hablar de su gran afición por la cultura japonesa. Era un auténtico otaku, un seguidor de todo lo que tiene que ver con el país del sol naciente. Incluso en sus groseras y simplonas bromas hacía referencias a lo japonés, como cuando una mañana llegó pálido y mareado, y tras preguntarle qué le ocurría contestó sin miramientos que su novio le había dejado “el culo como la bandera de Japón”.  Su mal gusto era tan evidente como su obsesión por lo oriental, y consecuentemente, por Nonoe.

En aquella primera comida todo parecía bastante cordial, pero los comentarios reincidentes sobre la mala situación en la que se encontraba la empresa retumbaban en nuestras cabezas como una amenaza. “Y Nonoe os estará vigilando constantemente, y si no os ve trabajar, o encuentra alguna incorrección, os hará como yo con este sashimi” dijo Cipriano con su tono de voz agudo mientras cogía con unos palillos un trozo de salmón crudo y se lo metía en la boca masticándolo como una hiena. Nonoe entonces esbozó en su firme rostro una mueca leve, casi imperceptible, pero no dijo nada. Realmente era una mujer de pocas palabras. Digamos que sólo hablaba lo justo y necesario, y casualmente las veces que no hacía no era para hacer un cumplido… Más bien al contrario. Hacían una extraña pareja ambos… Extraña y complementaria… Aunque estaba claro quién de los dos era el cerebro y cual el brazo ejecutor.

Lo comprobé el día que se produjo la primera muerte. Ocurrió casualmente durante una comida. Tras unas semanas en aquella empresa los nuevos habíamos comprendido por fin por qué los veteranos evitaban sentarse cerca de los jefes… Cuando llegan se siente un vacío en la mesa… Ellos monopolizan las conversaciones y sólo hablan de trabajo o de las conquistas sexuales de Cipriano, que sin reparos las relata con pelos y señales mientras comemos. Además está Nonoe… Le repugna toda la comida del catering… no hay nada que le guste y a todo le pone mala cara… haciendo que sea imposible que le pegues un mordisco a tu filete sin sentir que te está mirando con unas nauseas insoportables. Por suerte Cipriano siempre lleva en su tupper su ración de comida japonesa y una ración para Nonoe… de la que siempre pica algo con sus palillos… aunque malamente la he visto comer más de seis granos de arroz. En aquella comida Nonoe empezó a contar que habíamos perdido a muchos posibles clientes porque todos estábamos imitando el estilo de Sergio a la hora de vender. Aquello nos sentó un poco mal a todos, pues al menos yo jamás había imitado a nadie, aunque siempre estés abierto a que tus compañeros te enseñen cosas… Pero… ¿A Sergio? Seguro que la mayoría de mis compañeros pensaban que Sergio era la persona a la que menos había que imitar en su estilo de endiñarle un seguro a la gente. Sin embargo, esto, y como era lógico, enfureció a Sergio más que a nadie, y mientras los demás se callaron, él explotó con todo lo que llevaba guardado en su interior desde que empezamos. Que si el contrato era una basura, que si tratábamos a la gente como idiotas, Que si Nonoe era una jefa insoportable que además no hacía nada… Eso último fue acompañado del sonido de un trueno en la lejanía La cuestión es que dijo lo que ya muchos empezábamos a pensar, pero lo dijo llevado por la furia de sus entrañas de barrio obrero y sin el mayor miramiento. Creo que él creía que su forma de haberse quejado le había dado puntos a la vista de los jefes. Él es de esas personas que piensan que ser sincero es mejor que ser educado, y su sinceridad hizo que sin darse cuenta, Nonoe le lanzara sin inmutarse, y mientras se comía uno de sus seis granos de arroz, un shuriken en toda la frente, haciendo que su cuerpo inerte se desplomara completamente sobre la mesa.

La sangre que se había vertido en aquella mesa era una advertencia para los demás, que esa tarde no dejamos de vender seguros sin mirar a otro lado que no fuera a la pantalla del ordenador. Sergio salió del despacho de Cipriano refunfuñando e insultándolos a todos:

-Eres un gran imbécil Cipriano, uno de los grandes, y tú y tu china se pueden ir a la mierda -empezó a gritar en la oficina cuando le habían dado los papeles correspondientes de su despido. -Y todos ustedes también por comemierdas. – Añadió en su maldición mientras salía por el siempre impoluto hall de la empresa. La situación fue bastante violenta, pero lo fue más cuando miré a Nonoe y en su rostro, lejos de hallar a una persona avergonzada o incluso sorprendida, vi una gran satisfacción y una reafirmación de su poder.

Días después se supo, mediante el común cotilleo, que el difunto Sergio había confesado en más de una ocasión a algún compañero que Nonoe fue realmente la que lo había obligado a vender seguros de la manera que él lo hacía (Y que supuestamente gustaba a Nonoe). Fue a través de las correcciones que ella le iba haciendo como Sergio acabó con una forma agresiva de tratar al cliente y pocos escrúpulos a la hora de ser sinceros con las coberturas que incluía… Y además, había tenido pocos resultados en cuanto a las ventas. Por supuesto, al haber sido un fracaso la estrategia, lo había tenido que pagar él ¿Podría haber sido todo una estratagema de La Implacable para librarse de Sergio?


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-Y entonces me encontraba vestido con un safuku, atado a la cama y mi luchador de kendo me azotaba con un shinai mientras me lamía sobre…”

-Cipri, es suficiente- Dijo Nonoe repentinamente interrumpiendo la última y casi ininteligible fantasía sexual de Cipriano, una de las muchas que nuestro admirable jefe solía contarnos a la hora de comer.

Habían pasado unos meses desde que había ocurrido el “incidente” de Sergio y ya las repetitivas conversaciones sobre las maneras japonesas y sobre las aventuras sexuales de Cipriano nos resultaban pesadas e inadecuadas a todos. Eso cuando no se ponía a criticar a antiguos trabajadores. Le encantaba hablar de cómo había echado a tal o a cual trabajador, a los que exponía como trofeos de caza. De Sergio y su inminente eliminación estuvo alardeando mucho tiempo. Nadie soportaba esas conversaciones, pero ninguno decía nada, sino que lo escuchábamos y acabábamos riéndole las (insípidas) bromas sobre sexo, y agachando la cabeza cuando volvía a “tirar a dar” sobre nuestro trabajo y lo mal que lo hacíamos. Ese último aspecto se había convertido en una rutina. Creo que no recuerdo haber escuchado ninguna palabra de ánimo de parte de ellos, a pesar de lo desalentador que era el trabajo en sí… Y sin embargo parecía que el listón lo ponían cada vez más alto. Y así, las cuatro ventas obligatorias de cada día por comercial se convirtieron en seis, y al final nos requerían ocho. Eso hizo que todos nos tuviéramos quedar a menudo un par de horas más para poder llegar a cumplir esa nueva “reforma laboral” que se habían sacado de la manga, supuestamente para no contratar a nadie más para sustituir a Sergio. Evidentemente estaban abusando, pero nadie decía nada. Nadie quería ser la siguiente víctima de Nonoe… Pero la hubo. Claro que la hubo.

-¿Y tú Aldo? ¿Cómo te gustaría que te lo hicieran? ¿Te gustaría con un japonés también? ¿O ya lo has hecho con uno? –La pregunta de Cipriano retumbó en las cabezas de todos los que estábamos sentados a la mesa, seguido de un silencio implacable. Aldo, nervioso, se levantó y salió del office lo más rápido que pudo, avergonzado… Tal vez pensando que así podría aparentar no haber escuchado las preguntas… Pero el silencio era demasiado evidente.

            Durante los tres primeros meses en la empresa, Aldo había sido para sus jefes el empleado perfecto. Nunca protestaba por nada, era dócil y atento. Cada mañana saludaba con efusividad a los jefes, y Nonoe lo tenía en gracia. En cuanto a su trabajo… Aldo cumplía. No tenía grandes ventas, pero llegaba a los límites (Más tarde sabríamos que Aldo le vendía seguros a toda su familia, que semanas después cancelaba) pero ante los jefes siempre fue impecable, y se cuidaba de no hablar más de la cuenta con los demás. Cada lunes invitaba a café y rosquillas a los jefes, con los que pasaba un buen rato comentando el fin de semana. Con el tiempo incluso llegó a entrar en el restringido círculo de amistades de Cipriano. Se llegó a rumorear incluso que ambos compartían algo más que salidas de fin de semana y sesiones de cine japonés de terror en casa… Pero eran sólo rumores… Rumores que se vieron acentuados cuando poco después de empezar a tener una relación más que profesional con los jefes, Cipriano lo nombró, con pompa y globos de colores, coordinador del equipo.

Ese ascenso repentino de categoría de Aldo fue inesperado. Para empezar… No tenía ninguna utilidad ni función… De hecho antes de ese momento no existía esa función. Seguía haciendo lo mismo de siempre pero con la nueva medalla en la solapa de su camisa. En segundo lugar, Aldo había demostrado no tener capacidad real como comercial, y había gente mucho mejor preparada para ascender, como algunos de los veteranos o como Julia, que trabajaba sin parar. Creo que ella fue la que más se sorprendió con todo esto, pues trabajaba duro con la idea de ascender.

Lo cierto es que desde entonces Aldo trabajaba aún menos y su relación con los compañeros empezó a enfriarse. Pasaba las horas en el despacho de Cipriano, encerrados ambos o con Nonoe. Algunos llegamos a pensar que la verdadera función de Aldo era la de informar sobre los movimientos de los comerciales. De hecho, se intuye que Aldo estuvo implicado de alguna manera en el despido de Sergio. En cualquier caso, el colegueo entre él y Cipriano era cada vez más evidente.

Sin embargo, estos últimos días anteriores a lo que pasó en el office habían sido diferentes. Creo que todo empezó a raíz del viaje. La empresa hacía una convención internacional en Singapur, y Cipriano decidió llevar a Aldo como acompañante en lugar de a Nonoe, como al parecer solía ser lo normal en esas ocasiones especiales. Durante los días previos a ese viaje Nonoe fue más tirana que nunca con nosotros, llegando incluso a aumentar el número de ventas obligatorias por comercial, y obligándonos a hacer muchas horas extra sin sentido. Su carácter estaba más irascible que nunca. También cambió mucho la relación de Nonoe con el propio Aldo, que pasó de ser su mano derecha a que apenas le dirigiese la palabra… Al menos ella no le hablaba a él, porque éste se desvivía por complacerla. Y el café de los lunes se convirtió en el café de cada día… Pero Nonoe es la “Implacable Nonoe” por algo, y nunca volvió a dar su brazo a torcer. ¿Se había acercado mucho a su territorio? ¿Había osado plantarle cara a ella, la gran poderosa yakuza de las aseguradoras?

Cuando acabamos la comida volvimos a la oficina, y Aldo se encontraba en su ordenador trabajando, avergonzado aún por el inoportuno comentario de Cipriano, que lo había humillado delante de todos. A partir de ese momento Nonoe lo controlaba mucho más que antes. No le quitaba el ojo de encima durante cada uno de sus movimientos, en sus idas y venidas del despacho de Cipriano, que eran mucho más escasas que antes.  Es como si algo hubiese pasado en ese viaje y Aldo hubiese decidido desconectar de todo aquello. Pronto volvió a relacionarse más con el resto de compañeros, volvió a hacer ventas y sus visitas al despacho desaparecieron. Y progresivamente su muerte se iba acercando…

Lenta, progresiva… desalentadora… Como la muerte de un veneno que se va extendiendo por todos tus órganos y los va apagando hasta que quedan completamente dormidos. El haberse distanciado de Cipriano y Nonoe hizo que lo vieran como un enemigo peligroso… Como alguien que tenía demasiada información y no podía continuar con vida.  Pronto y ¡OH que sorprendente! Nonoe descubrió la incapacidad de Aldo para el puesto que ocupaba y lo atravesó con su espada cuando menos se lo esperaba… Herido y desolado, abandonado por ellos mismos… y por sus compañeros… Aldo cayó de rodillas en el suelo y murió.  También murió con él esa horrible tradición de ir a comer juntos cada día, algo que ya detestaba hace tiempo.

-Hemos despedido a Aldo porque no trabajaba –Nos justificó el mismo que poco tiempo antes lo había ascendido por sus “grandes cualidades” – Y esta empresa no puede permitirse a gente que no trabaja.- En realidad lo echaron porque de repente Aldo decidió dejar de seguirles el juego… Pero eso es algo que ellos, aunque lo sabían, jamás iban a aceptar. Por supuesto, Nonoe dejó de ser tan severa con nosotros los días posteriores, y siguió con su habitual modus operandi como si nada hubiese pasado.



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“Quiero diez ventas diarias sí o sí”  fue la frase que más oí los siguientes meses en la oficina. Nonoe había vuelto a subir el listón una vez más… Y nosotros, con el mismo sueldo y menos ánimos, tuvimos que cubrir las dos bajas de nuestros compañeros sin rechistar. Había un gran descontento y frustración entre nosotros, que cada vez hablábamos más de lo mal que iba el país, la empresa, y llegábamos a la conclusión entre risas de que sería conveniente que Nonoe tuviese relaciones sexuales más frecuentes si eso podía cambiarle el humor. Hasta nuestra querida compañera Flor dejó de ser tan risueña como siempre. Estábamos francamente hartos, por el tiempo que había pasado, y por las injusticias que teníamos que tragarnos.

¿Qué cuantas veces pensé en dejarlo? ¡Miles! Pero aquello no era una posibilidad. Tal como esta el mercado laboral… Y hay que pagar facturas, y hay que vivir, y pagar gasolina para venir a trabajar… ¿No es patético? Tenía muchas conversaciones así con Flor. Era un tema monopolizador, pero era lo que estábamos viviendo. Pero si para mí era complicado… más lo era para ella.

Desde el primer día, Nonoe nos dejó bien claro a todos que no soportaba a Flor. Eran personalidades muy diferentes, y la simpatía natural de Flor irritaba a la antipatía de la japonesa. Cada vez que Flor hacía algún comentario gracioso Nonoe ponía una mirada de asco que todos podíamos percibir. Además, la miraba de arriba a abajo, desaprobando su físico redondeado. Era evidente que no había ningún tipo de afinidad personal, pero eso Nonoe lo llevaba al terreno profesional. Flor era sin duda la que más presión tenía del grupo… cuando iba a comentarle algo a Nonoe esta no le hacía caso o la hacía callar de mala manera, le daba mil desplantes, la infravaloraba siempre diciéndole que no sabía vender… Incluso su mal sake lo demostraba a diario cancelándole ventas que eran completamente correctas (y similares a las que los demás hacíamos) argumentando cosas absurdas para justificarlo.

Lo peor de todo era que Flor no sabía llevarlo bien. Su baja autoestima personal hacía que creyera a pie juntillas todo lo que La Implacable le decía… Esforzándose aún mucho más por complacerla… Pero todos sus intentos fueron en vano. A pesar de que hacía más horas que nadie, a pesar de que jamás fue a quejarse a Cipriano de lo ocurría (y que todos veíamos), a pesar de que las escapadas al servicio a llorar eran cada vez más frecuentes, y a pesar de que todos la alentábamos para que hiciera algo… Flor fue la siguiente víctima de Nonoe y tuvo una de las muertes más dolorosas que recuerdo.

Agotada por hacer horas extra para cumplir sus objetivos, una mañana nuestra Flor estaba más marchita que nunca. Nonoe la consideraba tonta o algo por el estilo, y al ver su debilidad aquel día la acosó a preguntas sobre una de las ventas que había tenido hacía unas semanas. Flor, que no podía más con su alma después de una larga noche en la oficina intentando realizar sus diez ventas, y harta de ser humillada a diario, se vio indefensa ante la batería de preguntas de Nonoe, que la acabó acusando de irresponsable con su trabajo, de inútil y de ignorante (Cuando todos sabíamos que Flor no era en absoluto así) Aquel enfrentamiento acabó con una visita de Nonoe al despacho de Cipriano, que por supuesto y como siempre pasaba, ignoraba todo lo que pasaba en la oficina, pues su mente estaba en otra cultura o entre las piernas de algún hombre peludo, y todos pudimos ver como la japonesa había perdido la serenidad letal de la que siempre había presumido para gritar y pelearse con Cipriano, que sinceramente, apreciaba a Flor como todos los demás. Desde fuera pudimos ver como el lenguaje corporal de ambos estaba exaltado, vibrante, como una representación de kabuki, en la que ambos discutían. Ya desde el incidente de Aldo la relación entre ellos parecía algo más distante de lo habitual, pero aquella discusión pública era una evidencia de que algo oscuro estaba ocurriendo en el paraíso. Las últimas palabras de Nonoe fueron “O ella o yo” y se marchó del despacho cerrando la puerta violentamente. Cipriano se dio cuenta de que lo habíamos presenciado todo, y salió para decir que siguiéramos trabajando y cerró la cortinilla del despacho acristalado.

A última hora, antes de marcharnos, Cipriano volvió a reunirse con Nonoe en su despacho y llamó a Flor. Tras más de una hora encerrados, la puerta del despacho se abrió y apareció el fantasma de Flor para despedirse de nosotros. Lloraba, pero estaba serena, y tenía la marca de un golpe de nunchaku en medio de la frente. Su muerte había sido injusta, dolorosa y cruel… Pero tal vez había sido lo mejor para Flor. Con un abrazo intenté decirle que lo sentía, pero en vez de eso la felicité, y le deseé buena suerte. Y poco a poco su presencia se fue desvaneciendo, dejándonos a los demás con su recuerdo y con una gran verdad ante nuestros rostros.


Nonoe salió orgullosa del despacho para ver como flor recogía sus cosas, y con esa sonrisa complaciente en sus labios… Sí, al final era verdad que la había visto sonreír… Cada vez que eliminaba a alguien sonreía. Cada vez que movía las pulidas fichas de su macabro juego sonreía. Y yo cada vez tenía más claro que la que realmente no tenía autoestima era ella y no Flor. Que le tenía envidia porque Flor era simplemente mejor en todos los aspectos. Si no… ¿Por qué hacer todo esto? ¿Por qué hay personas que sólo son felices destruyendo a los demás?


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            Nada fue lo mismo sin Flor en aquella oficina, y se notaba. Los jefes habían quedado mal delante de todos nosotros, así que sintieron la necesidad de justificar el despido de flor para intentar eliminar la tontería que habían hecho de sus expedientes.

            -No hemos despedido a Flor, le hemos dado unas largas vacaciones para que se recupere porque no era feliz. Venir a trabajar no es sólo vender seguros, es venir con una sonrisa a nuestro puesto de trabajo, y hacía mucho tiempo que Flor no sonreía- fue el estúpido discurso que nos quisieron vender.

Y era verdad que flor hacía mucho que no sonreía, pero ¿Nunca se llegaron a preguntar qué le pudo haber pasado a una chica risueña para acabar en ese tono de gris? Yo lo sabía… Todos lo sabíamos… Era porque Nonoe le había estado haciendo el más brutal mobbing desde el día que pisó la empresa, y ella había tenido la madurez de aguantarlo y de ser una profesional. Todos sabíamos que aquel despido había sido injusto, y Cipriano era el primero que lo sabía, pero en este tipo de personas, los remordimientos son… inexistentes.

            Sin embargo, yo sí que los tenía, por no haber ayudado a Flor lo suficiente… Por haber presenciado como Nonoe la ponía cada día entre la espada y la pared y no haber sido capaz de enfrentarme a ella. Sabía que Flor y yo no podríamos hacer nada solos, pero los demás no querían verse involucrados.

-Nadie va a sacrificar su puesto de trabajo por ti, ni tú por ellos- decía Julia constantemente.
-Pero… Si no lo intentamos… estamos permitiendo que sigan abusando de nosotros.
-Alfonso, la época de los sindicatos ha pasado. Ahora sólo somos hormiguitas que ellos crían para hacer dinero. Si no les interesas, te aplastan… Y no les será difícil ni costoso hacerlo, porque el contrato que te hicieron y que tú firmaste se lo permite.
-Julia, pero no podemos permitir que nos traten así… ¡Y menos ellos!
-Yo odio este trabajo tanto como tú, pero tengo que sobrevivir, y sé que si nos vamos a quejar por algo seremos los próximos. Las empresas hoy en día no quieren a gente eficiente… como tú hay miles, y están deseando conseguir tu puesto de trabajo… aunque sea una basura.
-Yo creo que si todos nos unimos… algo podremos hacer…
-Sí, haremos que nos echen a todos y contraten a otros a los que sí puedan controlar… Sé realista Alfonso… Has vendido tus principios a esta empresa por mil euros. Acéptalo y vive con ello, o vete a buscar otra cosa que te haga más feliz, pero te digo yo que todo lo que hay disponible es más o menos igual.

Las palabras de Julia eran muy duras, pero ciertas, aunque siempre he creído que hay que intentar las cosas. Ella misma era un ejemplo de mujer soñadora… Mi remordimiento hizo que hablara con los demás compañeros… quería que juntos fuéramos a Cipriano a quejarnos del trato que Nonoe tenía hacia nosotros… Si había la más mínima esperanza de cambiar algo, tendríamos que intentarlo. Total… Estábamos ya en esa etapa en la que había cero motivación hacia lo que hacíamos… Si no lo hacíamos ahora íbamos a acabar como los veteranos, que parecen zombis. Creo que el respeto, el valorar tu trabajo y el no acosarte son aspectos imprescindibles que hay que mantener en cualquier trabajo. Nadie me apoyó.

Julia siempre se había quejado de todo lo que pasaba, y la consideraba una compañera eficaz… Pero vi que en realidad, esa eficacia la había convertido en una víctima más del sistema. Su inteligencia se volvía egoísmo, y su estoicismo se volvía autocomplacencia y cobardía. Ella decía que quería solucionar el problema del cambio climático… Y sin embargo ni siquiera tenía fe en si misma en una situación tan cotidiana como esta. O sería que yo ya estaba simplemente harto… Decepcionado.

Pronto Nonoe percató que algo nos pasaba… esas conversaciones a escondidas… supongo que nuestras caras tristes y desalmadas por pasar la mayor parte de nuestro tiempo siendo seres infelices, en un entorno donde era más importante saber sobrevivir que trabajar… La situación por entonces se había complicado demasiado… El ambiente estaba contaminado y veía a Nonoe y no sentía el mínimo respeto… ni la mínima admiración, porque sabía que todo lo que ella era no era más que una cortina de humo. Sus logros los consiguió mediante no dejar de verter la sangre de los que se ponían en su camino… y Cipriano… Él era un descerebrado que lo habían puesto en ese puesto por no sé qué motivo… Ignorante de todo a pesar de creerse el más inteligente… Sentía asco por todo aquello y por tener que pasar diez horas de mi día allí.


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Y entonces llegó el día en el que me llamaron al despacho… el día en el que experimenté lo que era eso que tantas veces había observado desde fuera.  El día en el que supe que yo era el siguiente. Primero llamaron a Julia, que salió rápido y volvió a su trabajo como si nada, después de haberme lanzado una mirada de desaprobación que decía claramente “no me involucres en tu aventura”. Cuando fue mi turno, me invitaron a sentarme en una silla, fría como Nonoe.

-Alfonso, estamos preocupados porque tu rendimiento ha bajado y te vemos raro. ¿Qué te pasa?- Preguntó Cipriano ante la atenta pero siempre distante mirada de Nonoe, que sin duda era la verdadera artífice de todo aquello.
-Nada- Contesté. Estoy cansado… Puede que eso afecte a mi trabajo- Mentí descaradamente por no abrir la caja de Pandora. Ya había comprendido lo que pasaba, y en la mirada de Nonoe vi claramente que yo iba a ser su próxima víctima, ya fuese por mi amistad con Flor o porque me habrían visto la cara de sindicalista renegado, o porque alguien se había chivado de que hacía un tiempo pretendía movilizar a mis compañeros.
-¿No tienes nada que decirnos?- Insistió.
-No… dije sin intentar siquiera razonar. Si hubiese pasado meses antes lo hubiese intentando cambiar con el diálogo… Pero en ese punto ya había cavado mi propia tumba allí… Mis objetivos profesionales además estaban muy lejos de Majoy Comunicaciones… Y en definitiva… Ya me daba todo absolutamente igual.


            Salí del despacho y enseguida supe que todo había acabado. Pero mi remordimiento seguía vivo… ¿Cómo he podido acabar con las ideas pesimistas de Julia? ¡Yo no soy así! Si iba a ser la próxima víctima de la Implacable Nonoe, al menos, podría morir con dignidad, aportando algo productivo… Y entonces recordé a los kamikazes.

            Los kamikazes eran los ataques suicidas que realizaban pilotos japoneses de la Armada Imperial Japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. Estos soldados llenaban sus aviones de explosivos y los estrellaban contra los barcos de los Aliados que se acercaban a Japón, con el objetivo de hundirlos y evitar que desembarcasen. Si quería hacer algo ahora, tendría que convertirme en un kamikaze. No quería venganza… quería progreso… que las cosas cambiaran. La venganza no me servía para nada.


            Así que poco a poco fui preparando una campaña de autodestrucción encubierta. Evidentemente hubiese sido muy kamikaze haber dejado de trabajar completamente y que me echaran justificadamente… Les hubiera dado la razón. Así que cuando sentí que estaba en el punto de mira trabajé el triple de lo que había hecho siempre. Conseguí más de las ventas que tenía que hacer dedicando muchas horas e incluso trabajando en casa. Ayudé a mis compañeros a solucionar algunas ventas erróneas que habían surgido, y todo ello delante de Nonoe, para que se diera cuenta de que estaba aportando mucho a la empresa. Fue una etapa de esfuerzo, de mantenerme sereno, de estar alerta de todo… Y mientras tanto, me aseguré de hacer una campaña de desprestigio propio que pasara desapercibida para todos excepto para Nonoe y Cipriano. Lancé mensajes subliminales que sólo ellos entenderían, tocándoles en su punto más sensible: su ego. Y nadie más se habría dado cuenta de lo que pasaba.


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            Y el momento en el que Nonoe me clavó la katana que yo mismo le había puesto en sus propias manos llegó. Cipriano me llamó al despacho. Ya sabía para qué era.
            -Hemos decidido que no contaremos contigo más en la empresa- Dijo fríamente. Nonoe, mientras, permanecía fuera, intentando ocuparse de no trabajar y pedirnos que trabajáramos, como hacía siempre, y así no presenciar mi muerte por encargo.
            -Ah bueno, ¿Me puedes decir por qué? Un despido sin dar 15 días de aviso tiene que estar justificado.- Tras esta pregunta dejé a Cipriano como lo que era: un ignorante. No supo darme una explicación “Tú y yo sabemos por qué” repetía, y yo le insistía que me diera una causa justificada. No la tenían. Me habían clavado la katana porque no me había posicionado a su favor. Volvían a tener a un enemigo, y de los peligrosos. Me echaron porque había seguido mi instinto de no querer rodearme de gente que se mueve por intereses personales, de gente que no aprecia la profesionalidad sino que promueven el amiguismo y la manga, el hoy por ti, mañana por mí. Me habían echado por tener principios… por no apoyar los despidos injustos de mis compañeros, por tener voz  e ideas y expresarlas y por no seguir su juego infantil.

Cuando Alfonso salió de aquel despacho, con las manos y el abdomen ensangrentado, nadie se creía lo que había pasado. Nadie entendía por qué a mí. Ni siquiera los administradores que me hicieron los papeles daban crédito. Julia, como siempre enfrascada en su trabajo, ni se dio cuenta de lo que había pasado, y cuando se enteró me miró con una sonrisa pícara como diciéndome que al final me había salido con la mía.

 -No sé qué le habrás hecho a Cipriano. Lo siento- me dijo extrañado el director financiero de la empresa cuando fui a recoger los papeles esa misma tarde.

-La cuestión es qué se ha hecho Cipriano a sí mismo- le contesté sin reparos.


Y mi suicidio no fue heroico, ni liberó al mundo de la tiranía de las empresas y de los jefes con problemas mentales y afectivos que le hacen la vida imposible a los demás… No fue así, pero sé que mi ataque final puso un granito de arena para dejar en evidencia lo terriblemente dañinos que son algunos, y revelar de qué palo están hechos. Ellos mismos ya se habían desenmascarado con sus actos, con sus decisiones estúpidas y con sus comentarios. Yo sólo di un motivo más de por qué esas personas no debían estar donde estaban.

Poco después supe que hubo reestructuración en Majoy. Se descubrió que Cipriano hacía ciertos trapiches con las horas de vacaciones, regalándole ciertos favores a los trabajadores que eran afines a él o algo así. Algo que enfureció a los accionistas y que le costó el puesto. En fin, nada sorprendente viniendo de una mente prodigiosa como la suya…

Supe que Flor, Sergio y Aldo están contentos en sus nuevos trabajos… los veteranos seguramente sigan zombificados… Julia siguió trabajando duro pero veía como, uno tras otro, una serie de incompetentes eran ascendidos a mejores posiciones antes que ella. Y sobre Nonoe… No supe nunca nada más de ella. Supongo que tuvo la inteligencia de esconder todas sus acciones tras el tontorrón de Cipriano… O tal vez volvió a Japón arrepentida de haber jodido a tanta gente, y envuelta en un halo de pétalos de sakura… Jajaja No creo… Sólo espero no volver a encontrármela jamás en la vida.

Y yo… Bueno… dejar Majoy fue una de las mejores decisiones que he tomado en la vida. Llegó un punto en el que Alfonso no era más que un personaje dominado por lo que le rodeaba en el trabajo y un ser amargado. Me había convertido en algo muy parecido a la Implacable Nonoe. Un leve reflejo suyo. Ahora ese Alfonso descansa en paz con la cobardía que siempre tuvo, con ese miedo a luchar por intentar ser feliz en el trabajo… ¡Y en la vida!

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