viernes, 14 de octubre de 2011

Educando al Erizo







Educando al Erizo
AIRAN CASAS

La Elegancia del Erizo. MURIEL BARBERY.  TRAD. DE ISABEL GONZÁLEZ-GALLARZA. SEIX BARRAL. 2007. 367 PÁGINAS


Si piensa que un erizo es elegante y refinado a pesar de su coraza, es inconformista, se siente rodeado de gente que no le entiende y le apasiona el mundo de la cultura (Por muy exóticas que sean sus preferencias en este campo) descubrirá con esta novela una pequeña joya de la nueva literatura francesa.

     Muriel Barbery pinta con acuarelas un lienzo literario vivo, que le hará reflexionar sobre el valor de algunas de las cosas que nos rodean y en las que muy pocas veces nos fijamos. Sin ninguna pretensión más allá de la recreación en el mundo del arte y del pensamiento, y con la tarea de crear algo mínimamente original en un universo en el que ya todo está inventado, se va trazando la sencilla historia de un edificio parisino donde conviven algunas almas perdidas que no son lo que parecen ser.

     ¿Qué tendrían en común una vieja portera y la pequeña hija de una familia adinerada? Entre los vecinos del número 7 de la calle Grenelle nadie sospecha que estas dos mujeres se sienten alienadas y frustradas por no poder expresar su pasión por el cine clásico, la cultura japonesa o la filosofía entre otras cosas. Ocultas en sus solitarias vidas y en las etiquetas que la sociedad les ha colgado, buscarán remedios para poder aprovechar su paso por la vida (Y en el caso de la pequeña, la búsqueda de la muerte) con filosofía de andar por casa, sin saber que el destino las unirá gracias precisamente a todas las cosas que tienen en común.

     Estamos ante una novela llena de apariencias desenmascaradas, de hipocresías perseguidas, y de una amplia gama de bellas reflexiones sobre la vida, incluyendo la gastronomía, el dinero, la educación, la política, el cine, el amor y hasta la elegancia de los animales, todos ellos tratados desde una curiosa perspectiva de falsa ingenuidad. Barbery colorea en tonos pastel a unos personajes envidiables que son el centro de atención de la trama, y pinta en sus bocas estas exquisitas reflexiones que llevan al lector, de lo sublime de la simpleza mundana, a lo enriquecedor de lo profundo y  de la complejidad de la mente humana. La combinación de colores, bien estructurada y coherente, y la sencillez de la trama, se complementa con diversas tonalidades de monólogos cargados de humor inteligente y rebosantes de crítica constructiva, en un estilo narrativo que recuerda al cine de Jean-Pierre Jeunet, solo que en vez de tener a una estoica Amelie, eterna espectadora de la vida, nos encontramos con dos personajes muy activos psicologicamente y atractivos, que pronto se hacen cómplices del lector. Estos personajes se encuentran además dentro de una atmósfera dickensiana contemporánea. Si bien Dickens azotaba duramente las penosas condiciones sociales de la Inglaterra victoriana, Barbery hace lo mismo con nuestra actual sociedad consumista y superficial, a lo que no nos quedará más remedio que darle la razón. 

     Y el resultado final de esta composición de luz y color es un cuadro original, vistoso, con alguna que otra pincelada surrealista y con trazo impresionista. Una pieza de esas frente a las que tenemos que pararnos a analizar en profundidad y a la vez disfrutar de su belleza. Una experiencia artística digna de cualquier pinacoteca que se precie, que si usted quiere, la podrá exponer en su propia biblioteca, y de la que sin duda, sacará más de dos buenas citas para dedicárselas a alguien.  


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