miércoles, 7 de septiembre de 2011

Verano Vogue








Verano Vogue
Publicado originalmente en NuevosPeriodistas.com en agosto de 2008
AIRAN CASAS



PARTE I

Da gusto ver como la gente florece en verano. Las caras dejan de parecer mustias y deprimidas, se sale mucho más a la calle, y encima empieza el despelote, dejando ver más piel humana. Bien por los voyeurs y los viejos verdes, pero sobre todo por los grandes artífices de la llamada “operación bikini”.

El otro día me sorprendió mucho nombrar ese término, afincado ya en la cultura popular, y que hubiese una persona que no supiera a qué me estaba refiriendo. Intenté explicárselo brevemente aludiendo a dietistas y psiquiatras, pero no pareció interesarle demasiado. Bien por ella. 

          Lo cierto es que, cuando sales a la calle en verano, te das cuenta de lo mucho que ha calado en la mente de la gente la gran campaña que venimos sufriendo los humanos en las últimas décadas. Me refiero a esa de “come poco y sé todo lo guapo que puedas”. La gente se ha perfeccionado físicamente, y sólo se ven abdominales y “culos prietos” (como diría alguien que conozco) A estas alturas, las víctimas del Vogue ya han tenido que pasar, inevitablemente, por el trauma de los deliciosos Biomanan y las interminables horas de “musculación de lata” en el gimnasio. Ya están listos para ponerse el pareo y lucirse sin pudor, juguetear con otros individuos de las mismas características y ser felices tumbados al sol de Las Teresitas hasta que llegue el otoño y se vuelva a la inevitable rutina. Bien por ellos.

       Mientras reflexiono, sentado en un banco de una plaza de la ciudad, sobre lo bien que estaría yo ahora si fuera fabricante de Barritas Airanini (100% quemagrasas), me estoy comiendo un helado de limón. Unas cuantas calorías más, lo sé. Pero por suerte yo no leo el Vogue. Bien por mí. 


PARTE II

Por la boca muere el pez... y muero yo, y si antes digo que yo no leo el Vogue, antes cae en mis manos un hermoso ejemplar, no de la mencionada revista, sino de su hermana mundana, el Cosmopolitan.

              Los que son agraciados como yo, a los que el mundo les regalado pasar el julio y agosto trabajando, entienden que un oficio de cara al público en verano, en Santa Cruz, te proporciona bastantes ratitos para mirar crecer las humedades del techo, sin mucho que hacer. Así fueron las circunstancias en las que cayó en mis manos la versión pocket (nueva cursilería para no decir “de bolsillo”) de la Cosmo, con fondo amarillo y Rihanna mostrando su mejor sonrisa photoshopeada (Ya que estamos con cursilenguadas...)

           La cuestión es, que empiezo a pasar alegremente las hojas de la susodicha publicación, y entonces me doy cuenta de que mi vida sin el Cosmo había sido un engaño; que definitivamente me había sentido vacío intelectualmente hasta que finalmente pude ver la luz pasando aquellas hojas de glossy paper (permítanme que siga con el Spanglish) y aquella sabiduría que gentilmente los redactores y redactoras comparten con el mundo por un par de euros.

             Vayamos al grano... una vez pasas las típicas páginas de lo que está in y lo que está out en el mundo del vestir y del lucir, y entre las incontables páginas de publicidad de todos esos productos que usa Carrie Bradshaw, me encuentro con un titular digno de The Daily Mirror que nos dice algo así como “mira a tu chico como si fuera un exquisito solomillo”, con ilustración del filete cárnico incluido. La verdad es que no sabía muy bien de qué se trataba el consejo cosmo hasta que me di cuenta de que era una página de trucos para mantener la pasión en la pareja. ¿Míralo como si fuera un solomillo? La metáfora-símil (aún no tengo muy claro qué era) era tan elaborada que me hizo llorar.

             Sigo pasando páginas llenas de Chaneles, Guccis y Pradas de todo tipo y llego hasta lo que realmente me impactó, y por lo que hoy juro públicamente que jamás voy a escribir nada que intente burlarse levemente del tipo de revistas chic como estas. Se trataba de una serie de consejos para triunfar en la vida. Si, era como la biblia del éxito, todo en uno y encima con unas cholas de regalo por comprar la revista. El artículo presentaba casos concretos de acción, detallando el aspecto de la vida que vas a mejorar, el objetivo a cumplir, y la solución. En unas seis páginas, con muchas fotos, pasamos de “cómo llevarte bien con tu jefe” a “cómo conservar a tus amigos”, mientras, de paso, nos ofrecían la solución a los problemas económicos y de salud. ¡Bendita panacea en papel! Lo mejor fue que una de estas revelaciones divinísimas era “Como conseguir que tu compañera de piso limpie más a menudo” Iluso de mí, yo hubiese optado por decírselo directamente o al menos soltar un británico “qué sucio está el piso, ¿no?” que actuase de alguna manera extraña en su subconsciente y le hiciese coger la fregona de una vez. Pero no, Cosmopolitan tiene la solución perfecta, que no es otra que rociar la casa con ambientador, porque el olor a limpio, al parecer, incita a las personas a limpiar. Solucionado: los chicos y chicas cosmo sólo tienen que echar ambientador, y yo, que aún no pertenezco al clan fashion, voy a tener que descargar mis sutiles técnicas de psicología intrínseca.

           Tras haber resuelto mi vida tras cinco minutos de lectura rápida, le devolví la revista a mi compañera de trabajo y le comenté lo maravillosa que era, pero ella me dijo que en realidad no leía nada de eso. ¡Jopetas! ¡Una chica cosmo menos! 



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