viernes, 9 de septiembre de 2011

Antes de que se me pase el arroz








Antes de que se me pase el arroz

 AIRAN CASAS

El otro día una amiga me comentaba muy preocupada que cada vez se sentía más extraña entre sus amigos, porque la mayoría se habían asentado ya en una vida familiar, basada en tener hijos y cuidarlos. Mi amiga, que tiene 28 años como yo, no me estaba diciendo nada que no supiera, ya que últimamente también había empezado a ver como mucha de la gente con la que compartí infancia ya había “sentado la cabeza” y en algunos casos son orgullosos padres y madres de niños sanos y preciosos que exponen con orgullo en sus fotos del Facebook.

            Cuando en el instituto saltaba el típico caso de la compañera que se había quedado embarazada de adolescente (Creo que todos hemos presenciado algo así) muchos se echaban las manos a la cabeza, pensando qué iba a ser de la vida de esa chica “cargando” con un niño. Algunas voces ilustres se alzaban además acusándola de irresponsable y otras, las que después pecaron de ser peor de lo que censuraban, incluso las señalaban con el dedo y las calificaban como “un poco putita” entre otras lindezas que recuerdo haber escuchado. Esta claro que sin quererlo, los padres jóvenes se convertían en la comidilla oficial de la patética comunidad pueblerina, que no sabía ver más allá de lo que tenían delante de su nariz, y que ni se paraban a pensar en los muchos problemas que tenían esos padres jóvenes detrás. Por suerte la siempre sabia televisión nos metería posteriormente en el mundo –mucho más común de lo que creíamos- de las madres adolescentes, y nos daríamos cuenta de lo mucho que ha cambiado todo desde entonces. Cierto es que en aquella época me chocaba lo de la materpaternidad, porque ni por asomo podía imaginar alguien de mi edad pudiera poder llevar a cabo esa responsabilidad tan grande que significa cuidar y educar a otra persona. Simplemente no me veía capaz de hacerlo yo. De hecho, hoy en día tampoco me veo capaz de hacerlo… Ya sea porque mi vida es demasiado compleja o porque le tengo mucho respeto, por la vida que me ha tocado, al concepto de la paternidad.

            Tal vez por eso pronto aprendí a rechazar la idea de ser padre. De hecho, cuando murieron mis primeras mascotas decidí no renovarlas. Al final, me hice a la idea de que ni siquiera iba a tener plantas, ni ningún ser vivo que pueda depender de mi. A veces lo he intentado con Tamagotchis y los perros virtuales de los videojuegos, pero ni así… Si no se mueren de hambre acaban desarrollando cierta hostilidad hacia su amo. Supongo que mi propia vida ya me parece lo suficientemente difícil de llevar como para hacerme cargo de otras.

Y eso no significa que no tenga cierto instinto paterno… Creo que participar en la vida de mi hermana ha sido la experiencia más bonita que he vivido jamás. Como nació cuando yo ya tenía diez años, tuve la suerte de poder ser parte de su desarrollo. Allí estaba yo, tanto para hacerle perrerías varias, como para ayudarla con los deberes o para intentar aconsejarla… Y creo que el resultado no ha estado mal. La cosa de la paternidad… es distinta.

            Y por eso entiendo perfectamente a mi amiga. Ella me comentaba que en unas recientes vacaciones con sus amigos, el apartamento parecía más un kindergarten que un sitio para descansar, y todo aquello limitaba mucho a sus amigos a la hora de salir de noche o simplemente tener un momento de relax. Y si, sinceramente, es difícil contarle a tu amiga tus desdichas amorosas con ese muñeco de Pocoyó mirándote fijamente desde un rincón. También pueden empezar a incordiar los temas de conversación, que durante mucho tiempo se centran en lo mismo… mi niño, las primeras palabras de mi niño, el cumpleaños barroco que le he hecho en el McDonalds a mi niño, la primera comunión de mi niño, la jura de bandera de mi niño, etc. Es como si de repente tu amiga ya no tuviera alegrías ni desdichas… Sólo sabes que tiene un niño, y que posiblemente te tocará cuidarlo algún día, y eso si no te designan como madrina o padrino de la criatura sin previo aviso. Pero aún son amigas, Y mientras una habla de sus sueños de futuro… La otra ya no ve más futuro que el de sus hijos.

            Esa es la cuestión... Mi amiga, como yo, aún siente que le quedan muchas cosas por hacer en la vida: Quiere ver mundo, quiere aprender idiomas, conocer a gente interesante, vivir alguna aventura y reírse mucho. Tiene unas expectativas y ambiciones diferentes. Cuando estuve trabajando en el Reino Unido en un instituto de secundaria, me llamaba la atención que la mayor parte de las alumnas tenían como sueño casarse y formar una familia. Cuando les preguntaba por qué deseaban casarse con tantas ganas, una de ellas me contestó “Tengo que tener a mi hijo antes de que se me pase el arroz”. En Gran Bretaña existe esa obsesión compulsiva por parir y criar a cuantos más niños mejor. Ya sobre ello ironizaba Matt Lucas con su genial retrato de la adolescente británica por excelencia, Vicky  Pollard, en la genial serie Little Britain, cuando salía con un carrito multiplaza lleno de bebés. De hecho, mi compañera de casa por aquel entonces, mi Bridget Jones particular, como yo la llamaba, estaba paranoica porque a sus 36 años no había encontrado a un marido ni había tenido hijos. Según me contaba, hasta su familia la miraba mal por ello. A veces tenía hasta la sensación de que estaba tan desesperada que quería que yo le diera un hijo.





            “Me convertiré en la típica solterona” dijo mi amiga en esa interesante charla que estábamos teniendo, provocando que me riera. Ese concepto de “la solterona”, por muy desfasado y machista que sea, aún sigue muy vivo en ciertos entornos. Mi madre, en una de las interesantes historias que me cuenta últimamente sobre su vida, me comentó que cuando era una adolescente, como a las mujeres no las dejaban ir solas a los bailes del pueblo, la solterona del barrio era la que se encargaba de llevar a todas las chicas y traerlas de vuelta, idílicamente sin embarazos fortuitos... Por supuesto con esa excusa ella tampoco se perdería el baile, imagino que en un nuevo intento de encontrar al hombre que “necesitaba”. Supongo que las mentes que aún usan el concepto del “solteronismo” harían bien leyéndose un relato corto de la escritora Frances Harper, y referente feminista, llamado The Two Offers. Escrito en el año 1859 por una afroamericana (Que en aquella época era mérito extra que le publicaran a una mujer negra) cuenta la historia de dos mujeres, la feliz casada y la solterona que rechaza dos ofertas de matrimonio porque lo que desea es educarse y aprender, y piensa que el matrimonio se interpondría en ese sueño. ¿Tiene algo que ver que hoy en día no se valore nada la educación con todo esto?

            Obviamente, estas arcaicas concepciones que aún existen sobre lo que supone ser padres perviven especialmente en ciertos sectores de la sociedad, y aunque nos sigamos creyendo el cuento de que la educación no sirve para nada, este fenómeno se da especialmente en comunidades pequeñas, aisladas, y significativamente en entornos de una educación muy básica. ¿Eso quiere decir que sólo las personas que no tienen una educación superior tienen como único deseo vitalicio formar una familia numerosa siendo jóvenes? No, pero en esencia es un factor predominante. Y por supuesto, siempre hay excepciones llamativas, ya que también conozco a personas que, siendo madres jóvenes, siguen manteniendo sus sueños intactos y no han renunciado a nada.

            Supongo que todo es meramente una cuestión de elecciones. Hay familias donde los niños vienen sin llamarlos, familias donde se buscan desesperadamente, y hay gente que hasta es capaz de robar y comprar a los niños de otros… Pero son casos extremos, y normalmente la gente suele planificar su vida y decidir cuándo desean ser padres, y más hoy en día, que no necesitas ni casarte, ni encontrar el amor verdadero… y hasta prácticamente puedes elegir un hijo a la carta si te descuidas…

Hoy, cuando más fácil es tener hijos, hay gente que simplemente no desea tenerlos. Mi amiga y yo estamos en ese último grupo, y posiblemente lo tengamos difícil para poder sincronizar nuestras vidas con las de nuestros amigos, y posiblemente no nos entiendan y nos llamen inmaduros y egoístas por no procrear la especie… y es muy probable además que hasta realmente se nos acabe pasando el arroz… Pero lo mismo lo que ocurre, y aún no se han dado cuenta, es que hay muchas más cosas en el menú. 





2 comentarios:

  1. Magnifico texto, cargado de verdades, sí señor!! Antes en el pueblo te miraban mal si tenías un hijo muy joven, ahora te miran mal si tienes casi treinta y sigues siendo "la hija de ...soltera y sin hijos"

    Zene ;)

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  2. Yo también estoy de acuerdo, es cierto que en algunos sectores de la sociedad (como bien has señalado) sigue existiendo esa pauta "arrocera", puede que se trate de una falta de perspectivas, porque realmente si facilita esta sociedad es la posibilidad de elegir "distintos platos del menú", aunque parece que todavía hay mucha gente que no se ha dado cuenta que el menú tiene más platos a parte de arroz!!.
    Ah!!, y olé por los que eligen otros platos y son consecuentes con sus propias metas y sueños en la vida!!.

    ;)
    Celsa

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