Yo también odio a mi jefe
AIRAN CASAS
Todo el mundo ha oído hablar del mobbing. El término viene del inglés “mob” que hace referencia a una masa de gente vengativa y furiosa, y también sirve para definir a la “mafia”. De ahí la verbalización de este sustantivo para definir el acoso psicológico que se produce en los entornos laborales.
El mobbing puede ser ejercido (y en la mayoría de los casos es así) por las personas que llevan las riendas de la actividad laboral sobre sus subordinados, aprovechando esta relación de poder. El objetivo suele ser que la víctima abandone (Muchas veces se ejerce para no tener que pagar indemnizaciones) o simplemente por presionarla para que rinda más. También el mobbing lo pueden hacer los propios compañeros, por motivos similares (Tal vez para evitar que la víctima se promocione en lugar de ellos)
Las formas en las que el mobbing se puede aplicar son varias… Unas más sutiles que otras… Pero siempre pasando por acciones directas como humillaciones, vejaciones y aislamiento. Según los psicólogos Andrea Adams y Tim Fields, autores de MOBBING: Emotional Abuse in the American Workplace indican que las víctimas suelen ser personas excepcionales, que normalmente han demostrado tener, inteligencia, capacidad, creatividad, integridad, eficacia y dedicación. En otras palabras: Se suele hacer mobbíng al que destaca, con la evidente intención de eclipsarlo, creando en esa persona todo tipo de ansiedad, miedos y una consecuente insatisfacción en su trabajo y su entorno laboral.
Yo, por suerte, nunca he experimentado ese acoso, o al menos que yo sea consciente de él (Depende mucho de la manera individual de soportar ciertos problemas) pero sí que he podido ser espectador de primera fila de cómo algunos individuos amorales hacían la vida imposible a varios de mis compañeros en diferentes trabajos. Puedo afirmar que el mobbing está presente, y puedo ratificar a Adams y Fields en el perfil de la persona que sufre el acoso. Es más, me atrevería a proponer un perfil del acosador: personas completamente incapacitadas para coordinar a un equipo, con baja autoestima y una baja capacidad intelectual que se siente amenazada por las capacidades de sus empleados.
Durante mi trayectoria profesional he tenido jefes admirables. Cuando estuve trabajando en radio y en prensa, mis superiores fueron personas cercanas, abiertas a nuevas ideas. Respetuosos y grandes profesionales, de los que tuve el gran placer de aprender la profesión y de poder ser testigo de su calidad profesional. Lo más admirable de todo es que eran personas cercanas y humildes. Por otro lado, también me ha tocado estar subordinado a personas inmaduras, inseguras, sin talento… Personas a las que básicamente el puesto les venía muy grande, y bajo esa perspectiva, fallaban en su trato con los empleados. Estaban siempre a la defensiva, y lucían un gran y aplastante orgullo. En ese caso, como subordinado hacía lo que se esperaba de mí, pero no sentía ni un mínimo de respeto profesional por ellos. Y cuando pasa eso, todo empieza a fallar. Fue en los entornos en los que ellos tenían el poder donde viví esas situaciones de acoso profesional.
He presenciado como una compañera sufría el acoso constante de un compañero de trabajo con el que tenía que compartir espacio varias horas al día. En esos casos ella tenía que tragarse las bromas de mal gusto, los comentarios hirientes, las malas caras y las humillaciones que vivía cuando el acosador, además, buscaba aliados. Uno de los aliados que encontró fue el jefe de turno. En ese caso, mi compañera no aguantó más y estalló un día, que era precisamente lo que querían que hiciera. Tras una baja por depresión, y como no podían deshacerse de ella fácilmente en esa situación, la empresa mágicamente se disolvió y se creó otra con otro nombre diferente, que despidió y volvió a contratar a los trabajadores… Excepto a ella. ¡Qué curioso! Dicen que quien hizo la ley hizo la trampa ¿No? Lo peor del caso es que además, esta estratagema hizo que los otros trabajadores perdieran su antigüedad… Fue todo un logro empresarial que acabó con varios problemas a la vez. Orgullosos deben estar.
En otro lugar pude ver como una jefa trataba a una compañera de modo diferente a los demás, sin motivo aparente. No la dejaba hablar, desechaba sus ideas, le exigía mucho más que a los demás, le hablaba secamente, le atribuía la culpa de cosas que ella no había hecho… Fue un caso un poco más leve, pero esa compañera, que además era de las más competentes y eficaces del equipo, era tratada con un desprecio constante y evidente. ¿Cómo se puede sentir una persona que es la diana de los dardos envenenados de una persona desequilibrada?
Finalmente, en otros trabajos, he conocido, por ejemplo, un director general irascible, que cuando estaba de mala leche insultaba y humillaba a los trabajadores, recriminándoles incluso que le iban a hundir la empresa, a otro tan inseguro de sí mismo que buscaba que sus trabajadores fueran sus amigos, y los ponía en la brecha de “O estás conmigo (en todo y para todo) o contra mí”, a otro director que nos “sugirió” amablemente que votáramos a X partido político enj las elecciones autonómicas si no queríamos quedarnos sin trabajo o a una a la que sin mediar palabra le caí mal y me mandaba los trabajos más tristes y patéticos del grupo.
A veces me pregunto por qué en algunos casos, como en algunos de estos que he vivido, no hay un motivo aparente para ese trato. En algunas ocasiones, y no sé lo que opinarán los profesionales del tema, creo que algunas personas necesitan ser déspotas con los demás porque sí, por llenar alguna parte vacía en sus vidas. El poder, a pesar de que les da la vida, les sienta muy mal.
Ya de por sí, la situación económica y laboral hace que se creen unos contratos tiranos con condiciones infrahumanas… ¿Es necesario además tener que aguantar a un ser enfermo haciéndote la vida imposible? A veces no se dan cuenta de que el trabajo es la vida… Es el sustento de cada uno, y el entorno laboral es aquel donde pasamos el mayor tiempo de nuestras vidas.
A muchas empresas posiblemente esto les importe muy poco. Saben que el entorno en el que están jugando les favorece. Saben que si tú les fallas van a tener a mucha gente dispuesta a cobrar menos y ser más dócil haciendo incluso más de lo que tú haces. Los contratos que te hacen están pensados para que si exiges más de lo que te corresponde, puedan deshacerse de ti fácilmente, y encima nuestros políticos aumentan las facilidades para que te hagan esto, amparándose en que de esa manera las empresas van a contratar a más gente. Mentira… sólo conseguirán que te despidan si no piensas como ellos.
Los que no nacimos en la Casa Real ni en el seno de una familia burguesa estamos completamente solos, y lo peor de todo es que no estamos unidos. Somos, de hecho, los grandes culpables de lo que está pasando, porque cuando nos dan el golpe lo único que hacemos es poner la otra mejilla (Así nos ha educado la mayor empresa del mundo) y si se lo dan a un compañero, sólo sabemos mirar hacia otro lado.
Y hay gente que tiene la suerte de toparse con un jefe honesto, humano y humilde. De esos que creen en la premisa de que si un trabajador es feliz en su trabajo rendirá mucho más y no pondrá sus capacidades al servicio de otra empresa en cuanto se despisten. Los hay, porque, como dije anteriormente, he tenido la suerte de conocerlos. A esas personas… Felicidades… Deberían saber que son privilegiados. Que son de los pocos que no se sienten mal y que no tienen que ir diciendo por ahí aquello de “Yo también odio a mi jefe”.
Estoy totalmente de acuerdo de que el mobbing lo hacen esas personas completamente incapacitadas para coordinar a un equipo, con baja autoestima y una baja capacidad intelectual que se siente amenazada por las capacidades de sus empleados y si ya no por sus capacidades por su personalidad de lider,el cual ellos nunca van a lograr:"lider se nace no se hace".
ResponderEliminarTambién conozco jefes buenos(uno) y al compañero de al lado le parece un j*ta.......pero no lo conoce solo a los grados intermedios como Nonoe.......