Airan Casas
Barcelona, 6 de junio de 2013.
Nunca
tuvimos una canción. Nunca tuvimos nada en común aparte de lo que intentamos
considerar una relación. Y ahora que me voy para siempre me siento libre para
decírtelo, aunque sea en una carta: Nunca te amé.
Sé que no te resultará extraño y ni siquiera te
sorprenderá ni te dolerá. Llevamos siete meses sin vernos prácticamente.
Siempre tiene algo que hacer la señorita: Que si un congreso, que si de fiesta
con sus amigas, que si hoy no le apetece que nos veamos… Y mientras tanto yo
pasando por las peores semanas de mi vida… Ah no, siempre tuve algo tuyo
conmigo. Esa insoportable, malcriada y apestosa Nancy, que como tú, solo me
quiere por interés.
Como sabes, y aunque no quisieras admitirlo, nuestra
relación estaba más que muerta… Y fíjate ahora… Has ganado la batalla. Por eso
quiero dejarte todo mi rencor en esta carta, para que cuando la leas y ya no
esté aquí te sientas como lo que eres: Una auténtica mierda. Sí… Con todas sus
letras. ¿Te sorprende que te llame así no? ¿Te sorprende que de repente el
chico tímido que conocías y que no te negaba nada te diga eso?
No me extraña que te sorprenda. Siempre fuiste
experta en manejar mis cuerdas y llevarme siempre a donde te interesaba. Y yo
como un idiota esperaba poder verte, mientras tú te zumbabas a medio Barcelona.
Con tus amigas de fiesta, claro… Esas amigas que no existían… Esas que te
inventabas para poder ponerme los cuernos. Y pensabas que era tan tonto que no
me enteraría, ¿Verdad? Pues lo sé desde hace más de un año.
Ahora me arrepiento de tantas cosas… De no haber
luchado por conquistar a Marian… El amor de mi vida. Te jode ¿verdad? Pues sí.
Eso espero, que te duela en lo más profundo. Porque mientras tú abrías la
puerta de mi piso a todos esos tíos asquerosos yo te respetaba; aún sin amarte.
Porque teníamos un maldito compromiso: Fidelidad. ¿Sabes lo que significa esa
palabra?
Después de todo este tiempo he comprendido que para
ti solo era una fuente de ingresos. Bueno, a veces pienso que en el fondo sí
que me querías un poco… Básicamente tenías ese síndrome de los infieles, que
sois incapaces de dejar a sus parejas porque os parece muy cómodo que haya
siempre alguien ahí que os ame pase lo que pase; que os abracen al llegar y os
digan lo maravillosos que sois… mientras buscáis la pasión en los brazos de
otros. Egoísta e inhumana… Eso es lo que eres y siempre has sido.
Y sin embargo no te echo la culpa a ti de todo,
¿Sabes? Soy yo el idiota que quise olvidar a la mujer que amaba contigo. El que
se sentía tan mal por ello que te empezó a coger cariño y a intentar algo. La
culpa es mía por no haber sido fiel a lo que sentía y por dejarme seducir por
tus curvas… Sí Joce. Las tienes y eso no te lo va a quitar nadie… Pero una
serpiente también tiene curvas y no por ello deja de ser letalmente venenosa.
No te preocupes por Nancy. Se la he dejado a Bolo
para que la cuide mientras vienes de ese eterno viaje familiar que estás
haciendo. No te quiero llamar porque me irrita tu voz. No puedo aguantar ni una
vez más que me llames “papi” como si no pasara nada e intentes conservar el
pequeño imperio que has creado a mi costa. Tranquila, Bolo cuidará a tu
impertinente perra. Aunque lo hayas odiado siempre (Y el te odie a ti) nunca le
haría daño. Ni siquiera a ella.
No me queda mucho más que decirte Joce. Supongo que
tu vuelta a la realidad no va a ser fácil. Especialmente cuando vuelvas y veas
que no tienes piso y que tus cosas estarán… ¡No sé donde! ¡Pero tampoco me
preocupa! Espero que puedas reiniciar tu vida. Lo mismo alguno de tus fornidos
amantes te acoge en su casa… Pero no te confíes mucho porque no todo el mundo
es tan ingenuo como yo.
A pesar de todo te deseo que no seas infeliz y que
busques la verdad. No vale la pena vivir una vida creada a base de mentiras.
Adrián
Barcelona, 8 de junio de 2013.
¡Boliiiiitoooooo!
Mi
bolo, mi niño… Mi colega… Mi novio platónico e ideal si hubiese tenido la
suerte de sentir como tú. No llores. Sé que con lo drama queen que eres ahora vas a tener que tomarte una pausa para
secarte las lágrimas y continuarás leyendo esto en un ratito, cuando te baje la
histeria. Jejeje Te conozco como si te hubiese parido. Bueno… ¡Qué parido ni
parido!… ¡Eres como un hermano! (Además, soy demasiado joven para ser tu padre,
como tú siempre me dices a mí). Eres el amigo que siempre estuvo ahí, en lo
bueno, en lo malo y en lo peor. Espero que ya cuando llegues a este punto hayas
soltado el pañuelo y hayas sacado una de tus carcajadas escandalosas que tanto
me han dado vida.
No sabes cómo me duele tener que decirte adiós. Sé
que donde quiera que vaya, sea un paraíso o un infierno, no voy a encontrar a
nadie como tú. Juntos nos hemos apoyado el uno al otro desde… ¡Desde que tengo
conocimiento y noción del tiempo! Desde aquellos momentos surrealistas después
del colegio en los que nos inventábamos historias mientras volvíamos a nuestras
casas y comíamos gominolas, hasta ese último momento en el que te vea y te diga
cuanto te quiero sin que tú sepas lo que me ocurre.
Sé que no te creerás lo que me ha pasado… yYo tampoco
me lo creía. Me ha costado mucho asimilarlo. Perdóname no haberte contado nada.
Espero que entiendas ahora mi actitud de los últimos tiempos… Mis momentos de
paranoia, de querer estar solo, y luego de no querer separarme de ti… Espero
que me perdones por mi mal humor, por las veces que he estado irritable, las
excusas que te he dado para no vernos y las llamadas en mitad de la noche para
que vinieras a verme. Ya te lo olías pero tuviste la delicadeza de ser sutil,
porque me conoces bien, y sabes que me suelo guardar esas cosas que tanto
duelen, y que soy muy celoso de involucrar a los demás en mis problemas. Ahí te
has portado como un auténtico gaycaballero.
Nunca podré agradecerte todo lo que significas y has
significado para mí. El papel de madre y hermano y amigo que has hecho… las
veces que me has hecho reír a carcajadas con tus mariconerías hilarantes y lo
bien que siempre has sabido aconsejarme y ser mi confidente. Gracias también
por cuidar a Félix y por traérmelo de vez en cuando para verlo. Esa Nancy
maldita nos separó, pero sabes que siempre fui fiel a los gatos más que a los
perros.
Por cierto… Te pido un último favor… Cuida a Nancy y
las cosas de Jocelyn hasta que las pase a buscar. Si por mi fuera se las tiraba
todas al contenedor, pero sabes que nunca podría. Hace unos días le escribí una
carta, pero me arrepiento de haber sido muy duro y quizás no se la envíe. A
veces es mejor así. Perdóname por no haberte hecho caso… Siempre tuviste la
razón con ella. Tu mirada crítica no se equivocaba. Lamento haberme dado cuenta
demasiado tarde. Aleja a Félix de esa perra, ¡Por favor! No dejes que se
peleen. Sé que te has encariñado con él así que… qué mejor regalo para ti que
mi querido Fé. J
Sé que lo vas a seguir cuidando como merece.
Bueno, otro favor… y mucho más importante… Dile a
Marian que la quiero. Solo eso… Ya sabes el resto. ¡Ojala hubiese sido más
valiente Bolo!
Mi madre te preguntará por mí. Eres el único amigo
que ella ha conocido. Voy a escribirle algo… No tengo ganas de hacerlo pero no
quiero irme sin decirle algo.
Y el último favor… Bolo… Cuídate mucho. No hagas
locuras de las tuyas. Ya verás que dentro de poco vas a encontrar el amor como
te mereces. Espero que sea un hombre que te quiera y que te sepa valorar.
Siempre te he aconsejado que busques a alguien honesto, sincero, que no tenga
miedo a demostrarte su amor… A alguiien como yo, vamos jejeje. Sé que en tu
mundo parece imposible, pero estoy seguro de que lo encontrarás, porque tú lo
mereces más que nadie.
Odio las despedidas… Lo sabes. Por eso solo te diré
una cosa: No me voy a ir a ninguna parte. Cada vez que te acuerdes de mí…
Estaré contigo. Te prometo que si la vida después de la muerte existe, estaré
vigilándote. Bueno… No en tus momentos íntimos, claro… ¡¡¡¡ARGHHHHH!!! Jejeje.
Un
beso y un abrazo enormes.
Tu
mejor amigo siempre:
Adrián
Barcelona, 8 de junio de 2013.
Querida
madre:
Para
mí es muy duro sentarme a escribirte ahora. Se me pasan por la cabeza mil cosas
que reprocharte, mil insultos que gritarte, mil abrazos que nunca me diste que
reclamarte… Pero no puedo hacerlo.
Me
he ido. Y esta vez para siempre, no como cuando me marché huyendo de casa.
Ahora ya no sirve de nada todo el rencor ni la incomodidad que hubo en los
últimos años.
Siempre
intenté entenderte… Respetarte… Por eso pensé que lo mejor era que no supieras
nada más de mí. Yo no podía vivir en aquel infierno al que tú llamabas hogar.
Sé que tu único objetivo era hacerme feliz… Lo sé, y siempre he apreciado tus
intenciones. Sé que fue duro verte sola con dos hijos y un marido así… pero
nunca entendí que tu respuesta a todo eso fuera la que fue. Nunca comprendí que
todo eso lo valoraras más que a ti misma y a tus hijos.
Sí,
dije que no te iba a reprochar nada y no lo voy a hacer. No quería irme sin
decirte que a pesar de todo… De la distancia, del tiempo sin vernos y sin
hablarnos, y de lo que pienso de tus decisiones… Te quiero.
Algún
sabio dijo alguna vez que en la vida elegimos casi todo… Excepto la familia en
la que venimos al mundo. Yo seguramente hubiese elegido otra donde hubiese
tenido menos dolor y sufrimiento alrededor, pero he aceptado lo que me tocó en
este sorteo, y ante todas las cosas te quiero decir que estoy orgulloso de que
seas mi madre.
Solo
espero que todo haya cambiado… Que por fin nos hayas hecho caso a todo lo que
te dijimos los que te queríamos, y que puedas desprenderte de esa adicción que
tienes hacia esa persona que decidiste poner en tu vida. Quiérete más. Créeme
cuando te digo que la vida te pueda dar un giro radical, y de repente te puedes
ver sola, sin haber vivido lo que realmente querías vivir ni haber hecho
ninguno de tus sueños realidad.
Lamento
haberme ido así, sin avisar… Sin despedirme… Como cuando me fui de casa. Tal
vez no sea la mejor decisión pero es mi decisión. Solo espero que no te cause
más daño del que ya has pasado.
Quiero
que sepas que te perdono. Que te acepto como madre y que deseo que tú puedas
ser feliz como lo he sido yo durante este tiempo. Espero que tú también me pueds
perdonar a mí.
Dale
un beso enorme a Silvia. Espero que ella me perdone también.
Tu
hijo,
Adrián
Barcelona, 11 de junio de 2013.
Querida Marian:
Supongo que a estas alturas ya te habrás enterado de
que me he ido.
Me
hubiese gustado despedirme de ti… Pero el hecho de hacerlo era muy difícil para
mí. Lo intenté varias veces. Te esperé por fuera de tu oficina… Pero no tuve el
coraje de entrar a buscarte y a decirte adiós.
Me
voy siendo un cobarde. Sabes lo tímido que siempre he sido. Desde aquella vez
en la que nuestras vidas se cruzaron en aquel vagón del tranvía. Rumbo a la
misma entrevista de trabajo. Ahí estabas tú con esa cara y ese halo de candor
que desprendías siempre… No sé qué tenías y qué hiciste conmigo pero jamás me
había atrevido a acercarme a una chica de aquella manera y a hablar con ella
sin más… Pero contigo era diferente. Siempre lo fue.
Ahora
que no estoy es cuando tengo el auténtico valor de confesarte algo: Te he
estado mintiendo todo este tiempo. Sí Marian… He sido un gran imbécil mentiroso
contigo. Cuando te conocí te dije que me caías muy bien. Era mentira. Cuando
empezaste a coger confianza conmigo te dije que podías contar conmigo porque
era tu amigo. Te engañé. Cuando me contabas tus inquietudes y tus desamores te
animaba a seguir buscando a alguien para ti. No sentía nada de lo que te decía.
No.
No me caías muy bien… Me habías enamorado. No quería ser tu amigo. Quería ser
tu marido… Y no qquería que buscaras a nadie más… Quería que me encontraras a
mí. Sí Marian… Quiero que sepas que te amo… Que eres la persona a la que más
tiempo le he dedicado mis pensamientos y mis sueños… A ti y nadie más.
¿Por
qué ahora? ¿Por qué así? Supongo que nunca tuve el valor de hacerlo de ninguna
forma. Cuando te conocí y empecé a tontear contigo sentí que tú a mí no me
querías de la misma manera. Tú me dijiste en nuestras conversaciones que te
gustaban los hombres mayores que yo… diferentes a lo que yo era… Nunca tuve la
certeza de haber hallado en ti una mirada especial. Tan solo la mirada de una
amiga. Por eso jamás me atreví a decirte nada… Yo y mi timidez… Yo y mis
inseguridades…
No
ha sido fácil para mí hacer de amigo. No ha sido fácil escucharte hablar sobre
las citas que tenías con otros hombres… Ver que a pesar de que buscabas a tu
prototipo… tu prototipo no te encontraba a ti… Y ahí estaba yo, ofreciéndote mi
hombro y gritando por dentro “Yo estoy aquí”, “Yo te daría todo lo que te hace falta”,
“Yo soy el hombre de tu vida Marian… ¡Despierta!” Pero no… Uno tras otro… Año
tras año… El sentimiento que tenía por ti, en lugar de mermar iba creciendo.
Cada fracaso amoroso que tenías y que me contabas era duro para ti… Pero para
mí también. Dentro de mi alma envidiaba a esos hombres afortunados y estúpidos
a los que les dedicabas tu tiempo. Afortunados porque una mujer como tú se
fijara en ellos, y estúpidos por no saber valorar lo que tenían delante de sus
ojos.
Un
día decidí que no podía soportarlo más. Te había intentado olvidar de mil
maneras… Había buscado a otras mujeres, te mentía cuando te decía que yo no
necesitaba a nadie… Sí Marian… Te necesitaba a ti. Cuando Jocelyn llegó a mi
vida intenté que aquello me hiciera olvidar todo lo que sentía por ti. Pero aún
habiendo intentado rehacer mi vida sentimental con otra mujer… Tú eras la única
persona por la que latía mi corazón.
Jamás
te hubiera podido decir esto en persona. Lo sabes, ¿Verdad? Sobre todo después
de que por fin encontraste a alguien que sí supo valorarte y darte el amor que
tanto habías buscado. Pero ahora que me voy… Ya puedo ser sincero contigo. Te
lo debía, por todo lo que tú has hecho por mí.
Me
voy sin haber tenido nunca un beso tuyo… es un dolor que tendré que soportar… Pero
al menos me voy sabiendo que, aunque soy un cobarde, te he podido decir lo
mucho que me has enamorado con tu forma de ser y con tu sonrisa. Tal vez nunca
fui tu prototipo de hombre, pero siempre supe ver en ti algo especial y
maravilloso que no he visto en nadie más. Eres especial. Nunca lo olvides.
Alguien que jamás te olvidará.
Adrián.
Barcelona, 1 de junio de 2013.
Querido Adrián:
Qué difícil me va a resultar esto de escribirme a mí
mismo. Lo anticipo ya. Nunca he confiado en las terapias ni en los psicólogos
pero voy a intentarlo para ver si me puedo quitar esta carga de encima.
Solo
siento rabia, dolor, tristeza, angustia… Llevo seis días sin dejar de llorar… En
blanco… Como si estuviera muerto. ¿Estoy muerto? ¿Qué es la vida al fin y al
cabo? ¿Qué es la muerte? Esa pregunta que todos nos hacemos hoy me la planteo
con más seriedad que nunca.
Hace
una semana me detectaron –Esa enfermedad- Su nombre es impronunciable para mí.
Me da una repulsión inmensurable. Para colmo (Yo y mi aprensión por los médicos)
me la han detectado demasiado tarde. Como en una película de esas de llorar… “No
te damos más de dos semanas de vida” ¿Es real? ¿Estoy vivo o muerto? Aquellas
frías palabras, en aquella fría consulta de hospital… ¿Por qué los médicos no
son un poco más como los amigos, que te suavizan las malas noticias o te dan
una buena antes para compensar? Directo y claro. Sin mirarme a los ojos “Eres
un puto fiambre”. ¿Quieres ver a un psicólogo para que te ayude?
Y
aquí me veo yo… en medio de la nada. Sentado ante un lápiz y un papel para
hacer el ejercicio de soltar todo el veneno que llevo dentro. Pero no funciona…
Lo sé que no… ¿Qué hago perdiendo el tiempo aquí mientras mi cuenta atrás
interna se va consumiendo? ¿No debería estar en Las Bahamas disfrutando de los
últimos días de playa o comiendo perritos calientes como un poseso? ¿No debería
estar disfrutando de los placeres de la vida que me quedan en vez de estar aquí
martirizándome?
Podría
coger a la maldita perra de mi novia y lanzarla por la ventana. Me llenaría de
satisfacción hacerlo. Ahí está ella tan tranquila mordiendo el maldito sofá de
diseño italiano que Jocelyn compró. Ojala se atragante con él. Y mientras yo…
aquí… Muriéndome.
Barcelona, 2 de junio de 2013.
Querido Adrián:
Segundo
intento. Ayer no pude. Lloré y lloré… No sabía que mi cara podía albergar
tantas lágrimas… Y no es que no haya llorado en mi vida precisamente. Ya me
puso ese hipotético Dios en el camino bastantes pruebas: Una familia infernal,
un desamor crónico ¡Y a Nancy! No puedo con esa perra. Al final voy a acabar
tirándola de verdad por el balcón. Sin remordimientos. Sus ladridos me taladran
el poco cerebro que me queda. La verdad… Prefiero morirme ahora que tener que
soportarla más.
La
psicóloga me dijo que hiciera una lista con las cosas positivas de mi vida, y
otra con las cosas que me gustaría hacer antes de que llegue el día. Cuando me
dicen eso siento que, llegado un día y una hora concretos, me desconectaré como
si fuera una batidora a la que desenchufan. Pero sabemos que no es así… Sabemos
que habrá dolor y agonía. Encima no me dejan que me practiquen la eutanasia.
Tantos avances en el mundo y aún la maldita Iglesia nos dirige a todos como
borregos. No es justo.
No quiero
decirle nada a nadie y eso se me está
haciendo duro. Sobre todo por Bolo. Y por Marian… Me siento fatal por
comportarme así con ellos. Espero que me perdonen. Tal vez me ponga a ello y
les escriba algo para disculparme. No quiero irme y dejarles con el mal sabor
de boca. Ya veré si tengo fuerzas para hacerlo… Hoy no quiero salir. No quiero
hacer nada. Solo dormir.
Adrián… Coge fuerzas.
Barcelona, 3 de junio de 2013.
Querido Adrián:
He pensado y pensado todo el día y toda la noche.
Aquí están las cosas por hacer:
-Decirle a mi madre que la quiero a pesar de todo
-Decirle a Silvia que la quiero
-Decirle a Bolo y Pituqui que los adoro
-Ir a ver a Marian y decirle lo que siento.
-Llamar a Jocelyn
-Acariciar a Félix
-Ir a comer al restaurante griego que siempre quise
ir
-Pensar cosas positivas
-Mirar el álbum de fotos
Barcelona, 5 de junio de 2013.
Querido Adrián:
Estoy harto de pensar qué escribirte. Llevo dándole
vueltas a cómo escribir la parte positiva de mi vida… ¿De qué me va a servir?
No me sale nada. A veces recuerdo alguna
cosita pero mi mente está atrayendo más lo malo que lo bueno.
Hoy
cogí el teléfono para llamar a Jocelyn, pero no lo hice. No pude hacerlo.
Estuve a punto de contárselo todo pero me sentí vacío. No hay nada. Nunca lo
hubo… ¿De qué sirve llamarla ahora? Creo que le escribiré una carta y se la
dejaré aquí para cuando vuelva. Aquí estarán mis últimas alegaciones… Justo
encima de la cómoda milanesa de siglo XIX que me hizo comprar y que tanto odio.
Fui
a ver a Marian. Pude verla de refilón a través del cristal de la oficina.
Impresionante… Con los rizos a los dos lados de la cara… No pude entrar a
buscarla. Me siento mal. No quiero que me vea así. No así.
Barcelona, 6 de junio de 2013.
Querido Adrián:
Acabo de terminar una carta para Jocelyn. Pensé que
me iba a costar más escribirla, pero me ha salido todo del tirón. Ahora me
arrepiento de algunas cosas que puse. He sido muy duro. Ni siquiera ella merece
esto. Además… no quiero irme con rencor. Quizás nunca se la entregue. No lo sé.
Ahora escribiré la de Bolo… Bueno… Creo que voy a pasar por hoy. Me duele la
espalda. Últimamente me duele más que nunca. Empieza el viaje en montaña rusa
me temo… Y en ésta no hay cinturones de seguridad.
Barcelona, 11 de junio de 2013.
Querido Adrián:
Perdona que haya tardado tanto en escribirte. Llevo
unos días muy jodido y, la verdad, he puesto todos mis esfuerzos en dejar unas
últimas palabras para mamá y para Bolo. Las personas más importantes de mi
corta vida, podría decir. Ha sido duro escribirlas. Lo he tenido que hacer en
varios días porque no he podido hacerlo del tirón… entre lágrimas y recuerdos.
Creo que eso me ha ayudado a recordar cosas buenas.
Una
de las cosas positivas… sin duda… El haberme enamorado. Marian… ¡Qué daría
por verte una vez más! Ese sentimiento
cuando estoy contigo... Esa canción que de repente suena cuando tú estás cerca ¿No
es eso lo más grande que una persona puede vivir en toda una vida? Y por
supuesto mi amistad con Bolito… Me llevaré todo eso a donde tenga que mudarme a
partir de ahora.
Ahora permíteme querido Adrián que
le dedique un poco de tiempo a ELLA. Tal vez ella me inspire un poco más para
ver el lado positivo de la vida que tanto me cuesta ahora mismo.
No llores más. Te quiere:
Adrián.
Barcelona, 13 de junio de 2013.
El universo se había confabulado. Los planetas se alinearon,
y en el seno de una humilde familia cósmica nació Adrián, una pequeña estrella
que no destacaba por nada en especial, pero que tenía un brillo curioso. Su
madre le dio todo el amor que nunca le dio nadie a una estrella. A pesar de que
eran humildes puntitos en el inmenso cielo negro, ella luchó contra viento y
marea por darle candor a su hijo. Pronto vendría Silvia, una estrella hermana
en la constelación de los Martínez. Tres estrellas que brillaban a pesar de que
la tormenta siempre intentaba cubrir con sus nubes negras el precioso cielo
nocturno. La tierra se iluminaba para Adrián… ¡El mundo era suyo! Visto desde
arriba parecía inmenso.
Aunque
al principio jamás lo logró entender, Adrián descubrió que, aunque a veces su
madre dejara de brillar, solo lo hacía para pasar desapercibida en el cielo, y
que fueran sus dos hijas las estrellas que lo hicieran. Adrián no supo verlo, y
pensaba que su madre se había apagado definitivamente… Que había perdido el
fuego que la había hecho brillar. Intentó darle un poco del suyo… pero su madre
permaneción apagada… Inerte… Fría. Donde antes había calidez… Ahora no había
más que restos del pasado.
En
aquella oscuridad… Adrián y Bolo, otra estrella que se estaba apagando con él, decidieron
irse para siempre a buscar nuevos cielos donde poder resplandecer y encandilar
a todos. ¡Y vaya si lo lograron! ¡Juntos eran imparables! Eran estrellas
gemelas… Seres destinados a compartir constelación. Junto se pusieron en
marcha… ¡Eran estrellas fugaces!
En
aquel nuevo cielo al que llegaron, pronto encontraron a otras estrellas con las
que formar constelaciones. Bolo se movía como una estrella fugaz por el inmenso
cielo, buscando a quién encandilar, aunque le costaba encajar. La estrella
Adrián, por su parte, conoció al cuerpo celeste de su vida… La más
resplandeciente y alucinante del todo el firmamento.
Aquella
estrella brillaba con una candorosa luz cálida y acogedora… Entonces Adrián
empezó a brillar como nunca antes lo había hecho. ¡Tenía todo lo que necesitaba
para resplandecer! Tenía una familia que lo quería como nunca y una estrella a
la que siempre seguir y admirar, que le hacía sentirse el astro más importante
de todos.
Pero
con el tiempo Adrián llegó a aprender que las estrellas no brillan para
siempre. A pesar de que su luz nos ilumina cada noche, que miles de enamorados
y soñadores las miran, que hombres sabios las estudian y que los más
supersticiosos incluso piden un deseo cuando las ven… A pesar de que nos hacen
felices… Un día se apagan.
Pero
también Adrián aprendió que aunque se apaguen, su esencia queda ahí. No
desaparecen. Siguen vigilándonos desde el cielo.
Hay
estrellas que caen y estrellas que nacen cada día. Lo más importante no es
crear una estrella o verla morir… Lo que importa es verlas pasar. Lo esencial es
que su brillo y su luz hayan servido para algo…
Y
ciertamente la estrella Adrián, sin ser la mejor estrella ni la más longeva,
supo cumplir con su función. Esa función para la que siempre estuvo destinado
desde que nació: Que la oscuridad no se adueñara de su vida.
Siempre tendrás una canción, Adrián. ¡Siempre serás
una estrella!
Airan Casas.
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