Inglés de
marca blanca
AIRAN CASAS
Hace unos días llegó hasta mis manos un folleto de esos que
te suelen poner en el parabrisas del coche; el típico de los “Compro Oro” que
ahora inundan la geografía comercial de las grandes ciudades y de los pequeños
pueblos. Sin embargo, en esta ocasión no se trataba de una treta publicitaria para
convencerme de que el precio del oro está en su mejor momento y de que debería
de una vez por todas sacarle provecho a las joyas de la abuela a cambio de unos
(míseros) euros. Para mi sorpresa, era un anuncio de una nueva academia de
idiomas que ofrecía clases de Inglés a tres euros la hora, y con profesor
nativo.
Esos dos conceptos fueron los que,
siguiendo la regla publicitaria de, a mayor visibilidad mayor impacto, se
destacaban en el panfleto con una tipografía espectacularmente grande, e
incluso insertada en esa llamativa autoforma ovalada con contorno de picos
donde se suelen poner las cosas importantes en las artes gráficas más clásicas.
¡Vaya! -Me dije- Contra unas ofertas
así es imposible competir. En la breve época en la que me aventuré a dar clases
particulares, cobrar cinco euros la hora por sesiones personalizadas e
individualizadas, proporcionando múltiple material que yo mismo elaboraba e
imprimía, ya le parecía caro a algunos padres, cuya desesperación antes unos
niños un poco despistados en clase, les obligaba a contratar mis servicios. Hoy
en día esos padres que refunfuñaban por mi tarifa, estarían encantados con esas
clases de Inglés low cost del
folleto.
La maldición de la crisis y el alto
índice de paro han propiciado cosas como esta, que por lo menos yo no había
visto nunca. Eso de competir con descuentos y promociones agresivas parece que
ha pasado del sector de la venta de productos de consumo y servicios a algo tan
sagrado, y lamentablemente demasiado erosionado, como es la educación.
No hace falta que me aventure a
recordar que estamos en uno de los momentos de la historia en los que la
educación se ha tratado de una manera más miserable por parte de los políticos,
con los recortes como actor principal de este melodrama de aulas llenas, escasez de profesores, cancelación de
oposiciones, o la subida de los precios de los materiales y libros entre otras
acciones insultantes al sentido común y a los derechos fundamentales.
Aún en una situación como la que
vivimos, estudiar inglés sigue siendo una prioridad para todos, teniendo en
cuenta que es la lengua global y la lengua económica por excelencia (Aunque
tengamos presente la falsa amenaza del chino, aún el inglés es la lingua franca por excelencia en todo
tipo de acciones comunicativas entre hablantes de diferentes lenguas, y por su
sencillez de aprendizaje y por habituación a ella, el chino no la desbancará en
este importante papel)
En un momento donde la importancia
significativa del inglés está en alza, con programas de educación bilingües en
centros públicos y privados, y la imperiosa necesidad de manejarlo en el
entorno laboral de la Unión
Europea , no es de extrañar que las academias, clases privadas
y hasta lo métodos de inglés con nombre propio que nos quieren vender por
fascículos, se enfrenten en una reñida batalla por imponerse en un mercado
donde la demanda crece y donde el sistema público ha fallado en proporcionar
este servicio. Al menos no ha sido capaz de que una mayoría de los estudiantes
salgan del instituto con la capacidad de comunicarse fluidamente en esta
lengua… ni siquiera en zonas donde su importancia se incrementa por su relación
con el turismo.
En parte, esa carencia de una
educación sólida en idiomas se debe a algo que los profesionales del sector
llevamos sufriendo desde hace años: Los profesores de inglés estamos
infravalorados. Hoy en día parece que es normal tener como un chiste que los
filólogos hemos estudiado una carrera que no sirve para nada. Y no se trata sólo de una impresión que me llega del entorno
y de los medios, ávidos de buscar profesiones “útiles” para el deprimente presente
de la crisis. También es una realidad
que se palpa en el propio mundo laboral. A pesar de que la Filología es una rama de
las humanidades que se centra en el estudio en profundidad de la lengua y de la
producción literaria y lingüística de una cultura o conjunto de culturas, parece
que nuestros estudios no son suficientes para posicionarnos como los que
debemos transmitir esos conocimientos.
No hablo del hecho de que para dar
clases de inglés en un instituto no sea requisito necesario ser filólogo,
porque aunque parezca mentira, actualmente no lo es, pero también se desdeña esta
titulación para otros trabajos donde el inglés es necesario. Por desgracia, la Filología ha acabado una
gran desconocida. Hace un tiempo solicité un trabajo en una empresa de
hostelería, para un puesto donde se requería el manejo del inglés. En la
entrevista, me preguntaron si sabía inglés, y les dije que era licenciado en
Filología Inglesa, ante lo cual me preguntaron para mi asombro: “¿Pero tiene
otro título aparte de ese, como Escuela de Idiomas o el First Certificate?” Me quedé de piedra por la ignorancia de la
pregunta, y también, por educación, me quedé con las ganas de decirle que mi
titulación no solo demuestra mi competencia lingüística en el idioma, sino que
además me avala para poder impartir clases de, casualmente, los cursos que
llevan a obtener esos títulos que ella tanto ansiaba escuchar que tenía. Y todo
esto para un trabajo de atender a huéspedes de un hotel, donde el uso de la
lengua estaría bastante limitado a un entorno y una rutina laboral.
En el folleto del que estamos
hablando, resaltaban en esas casillas llamativas típicas de las ofertas de un
comercio, que el profesor que impartía estos cursos era nativo. Ese es otro
asunto curioso de esta falta de información que hay sobre el sector. Parece que
hoy en día goza de un gran prestigioso aprender inglés con John o con Peter
pero no con María ni con Silvia. Parece que la sociedad se cree que va a
aprender más con un profesor nativo que con un filólogo español, y eso incluso
se ha trasladado a las ofertas de empleo que se publican en los medios, en las
que se busca profesor “nativo” antes que profesor “cualificado”. Realmente, decir
que buscas un nativo es como decir que buscas a una persona que sepa hablar, lo
cual no dice mucho de lo que estamos buscando realmente.
A pesar de que soy partidario de que
los estudiantes de inglés tengan amplio contacto con personas angloparlantes
durante su actividad académica y puedan comunicarse con ellas, esta
rimbombancia de las clases del profesor nativo y la prioridad que esta figura
parece que tiene, no deja de parecerme una simple pedantería. Y voy a explicar
por qué, y quiero dejar claro de antemano que no incluyo a todos los
angloparlantes que se dedican a dar clases en el mismo saco, porque los hay que
han estudiado lo mismo que yo y que ejercen su profesión estupendamente, y posiblemente
mejor que muchos españoles. Lo que quiero decir es que, buscar un nativo para
que imparta clases de inglés debe significar buscar a un PROFESOR nativo; con
conocimientos de gramática, de fonética y fonología, de semántica, que tenga además
conocimientos de lingüística de texto, y que, lo más importante, tenga la capacidad
de enseñar.
En algunos lugares he conocido (incluso he sido alumno de alguno que otro) profesores nativos que no sabían nada de lengua. Sus clases eran incompletas. No sabían explicar los porqués de la lengua, básicamente, porque nunca la habían estudiado más allá de en su educación primaria o secundaria. Además, de poco me sirvió escucharlos hablar con un inglés fingido y sobrearticulado, que nada tenía que ver con las variedades de inglés que te encuentras en la vida real: con acentos, dialectos, y formas de hablar y pronunciar. Al igual que pasa con las personas que hablan nuestra lengua, no todos la hablamos de la misma manera, y pocos la hablan de la forma óptima para poder enseñarla. Para verlo de otra manera, piénselo así: ¿Sería usted capaz de enseñar español a un extranjero? ¿Qué recuerda del análisis morfosintáctico del instituto? ¿Sabría explicarle a un alemán los signos del lenguaje usado en fonética? Lo mismo le ocurre a muchos de esos “nativos” que se solicitan en academias y consultorías. No debe enseñar quien puede (por tener una nacionalidad determinada o pertenecer a una comunidad lingüística) sino quien ES CAPAZ de hacerlo.
En algunos lugares he conocido (incluso he sido alumno de alguno que otro) profesores nativos que no sabían nada de lengua. Sus clases eran incompletas. No sabían explicar los porqués de la lengua, básicamente, porque nunca la habían estudiado más allá de en su educación primaria o secundaria. Además, de poco me sirvió escucharlos hablar con un inglés fingido y sobrearticulado, que nada tenía que ver con las variedades de inglés que te encuentras en la vida real: con acentos, dialectos, y formas de hablar y pronunciar. Al igual que pasa con las personas que hablan nuestra lengua, no todos la hablamos de la misma manera, y pocos la hablan de la forma óptima para poder enseñarla. Para verlo de otra manera, piénselo así: ¿Sería usted capaz de enseñar español a un extranjero? ¿Qué recuerda del análisis morfosintáctico del instituto? ¿Sabría explicarle a un alemán los signos del lenguaje usado en fonética? Lo mismo le ocurre a muchos de esos “nativos” que se solicitan en academias y consultorías. No debe enseñar quien puede (por tener una nacionalidad determinada o pertenecer a una comunidad lingüística) sino quien ES CAPAZ de hacerlo.
Y aunque en la profesión abundan
“infiltrados” de este tipo, que encima cuentan con más prestigio en la
enseñanza que los que nos hemos dedicado a estudiar la lengua, y además estamos
especializados en su docencia mediante esfuerzo, estudio y práctica (Y a los
que cada vez nos ponen más ridículas barreras para poder trabajar) parece que
mucha gente está dispuesta a embarcarse en el consumo del “Inglés Hacendado” de
tres euros la hora con el prestigio añadido del profesor nativo.
Mi consejo es que, cuando vaya a
pagar por estos servicios que conforman su futuro o el de sus hijos, sea tan
meticuloso como lo es cuando va a comprar alimentos al supermercado. Ya lo
decía aquel eslogan: “Busque y compare”. Sí, pero además lea la letra pequeña,
no se deje engañar por lo llamativo de la publicidad, y ante todo haga algo que
parece que los responsables y empresarios de la educación no están haciendo: exija
una titulación. No hay nada como eso para ofrecerle la garantía de que está
ante un profesional de la enseñanza y no ante alguien que aprovecha la
situación actual para darle gato por liebre… O en este caso, venderle inglés de
marca blanca.
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